¿Por qué digo esto?
Porque he tenido tanta mala suerte que con los que mejor me llevaba de mí anterior colegio, el Saucillo, se encuentran en otra clase diferente a la mía.
Veía a gente que no había visto nunca entrar en la clase, algunos en grupo y otros solos, hasta que mágicamente mi suerte cambió.
Ahí estaba Laura, una amiga mía del Saucillo que no sabía que iba a venir al Cristo.
Si, tenía ganas de llorar de felicidad.
Nada más que se sentó conmigo pude soltar la respiración que no sabía que aguantaba. ¡Que alivio!
Hablábamos siempre entre nosotras y a veces con algunos del Saucillo.
Era una vista bastante graciosa la verdad, ya que las tres filas verticales del lado derecho de la clase estaba ocupado por todo el Saucillo, y los demás sitios habían mezclas de alumnos de otros colegios.
Lo que no sabíamos es que al primer cambio de sitio no iba a ser nada difícil sociabilizar con esos “extraños”
En mi caso, dos de ellas se convirtieron en buenas amigas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario